Primer día
Me encontré con esta chica en la esquina del grifo. Estaba sentada, tenía sus anteojos de sol puestos. Siempre quiere hacerse la interesante. Yo le gusto. Me mira con cara inexpresiva. Me pregunta si vamos a ir de frente o si prefiero seguir aparentando y tomarla de la mano y ésas estupideces. Yo le digo que prefiero ir de frente, que ahorra tiempo y es más divertido.
Esta mañana me desperté con el timbre del reloj despertador. Marcaba las siete y media de la mañana con sus numeritos rojos, parpadeantes. Me duché. Salí a la calle con mi mochila en la espalda y un pan con mantequilla en la mano.
Estuvimos bien callados en la combi. Los dos nos sentamos adelante, junto al chofer. Yo llevo puesto el cinturón de seguridad pero ella no. Si la combi chocara, ella moriría estrellada contra el parabrisas del carro. Me mira como si adivinara lo que estoy pensando. Ésos lentes sólo le dan un aspecto más distante.
Tiene una mueca rígida cuando abro con la llave que me han dado el cuarto del hostal barato al que la llevo. Trato de que sea algo erótico. El sol cae de frente contra la ventana de la habitación, que es considerablemente pequeña. Unos metros cuadrados, un baño minúsculo, un espejo que ocupa casi toda la pared junto a la cama y, finalmente, la ventana. No sé cómo hacer para que sea erótico, así que sin más ella se sienta en la cama. Se quita los lentes de sol y me besa.
Durante el trayecto, no dejé de mirarle las tetas. Así que lo primero que hago es quitarle el sostén y el polito amarrillo que dice James Deer. Se las chupo. Mientras lo hago, ella cierra los ojos y contrae el rostro. Luego, sin más preámbulos, dejando de lado cualquier previo al coito, ella se quita la falda y el calzón turquesa que traía puestos, yo me quito el short marrón y mi calzoncillo. Se la meto.
Después de tirar, Ana está tumbada boca abajo en la cama. Tiene otra vez sus anteojos de sol puestos. Donde yo estoy parado, le contemplo el culo. La luz del sol que entra por la ventana a ella le cae en la cara. El polvo de la habitación que flota en el aire se hace visible ahí donde cae la luz, justo frente a donde está echada Ana.
Antes de irme, ella pregunta:
- ¿Te parezco bonita?
- Ana -le digo-, se supone que tiene que ser divertido.
Se voltea. Se sienta sobre la cama con ambas piernas abiertas. Las dobla haciendo la posición del loto. Las monturas de sus anteojos de sol son blancas. Tiene bonito cuerpo y bonito rostro. Recuerdo que antes era mi amiga. Está a punto de decir algo importante, cuando le digo:
- Ana, tengo q irme a la universidad -cojo mi mochila con un solo dedo y se la enseño-. Hoy es el primer día, ¿entiendes? No me puedo quedarme aquí contigo.
Camino a la universidad me pongo a pensar en Ana. No sé lo que le pasa. Simplemente no la entiendo. Últimamente me habla poco, o si lo hace es para decir cosas como ésas. Yo no sé si Ana se comporta como hombre a propósito, porque tira como loca y salta sobre mí como una rana y luego me dice que no la toque.
Una vez, Ana casi me dijo que me quería. Felizmente no lo hizo. Pero estaba por hacerlo. Lo sé porque era invierno, Ana estaba muy feliz porque íbamos a tomar helado. Estábamos en la 73, ése bus grande y verde, camino al centro de Lima. Fue la época que empezamos a tirar. Ella me miró. Tenía sus dos grandes ojos clavados en mí y ésa mueca que hacen las mujeres cuando se emocionan y te quieren decir algo. Felizmente no pasó, y Ana se limitó a tomarme del brazo como solía hacerlo.
En la universidad hace demasiado sol porque son las doce y el parque universitario luce lleno de gente que camina por todas partes. Algunas cafeterías lucen alborotadas porque ya llegó la hora del refrigerio. Es el primer día de clases y reencontrarme con toda esa gente me resulta tedioso. Es agotador. Felizmente me encuentro con un amigo que siempre tiene wiros. No lo veía desde el año pasado. Tiene unos anteojos de sol muy parecidos a los de Ana, sólo que de diferente color, negros, y barba de hace unas semanas. Me aborda de sorpresa y me dice:
- ¿Quieres fumar?
Y yo le digo:
- Para eso he venido.
Decidimos que hay suficiente tiempo como para salir y fumar en la calle y regresar con un par de cocacolas antes de que comience la clase que le toca a él. Así que salimos los dos, muy airosos, con la cara de los que se van a fumar a la esquina.
Pero no nos vamos a fumar a la esquina, más bien vamos a fumar a un parque donde hay bancas, y donde ya hay gente de la universidad fumando, tomando cerveza o ron, y profesores y alumnos que pasan por ahí, todos en distintas direcciones. Hay una banca libre así que nos sentamos. En menos de lo que canta un gallo viejo, mi amigo ya tiene el wiro armado y lo prende con total devoción.
Después de fumar un rato, nos damos cuenta de que el banco donde estábamos sentados tiene manchas marrones. Nos ponemos de pie. Estamos un poco asustados y tenemos el wiro prendido y a medio fumar. Mi amigo dice:
- Qué asco, alguien ha estado menstruando.
Terminamos de fumar camino a la universidad. Yo ya estoy mareado. Adentro la gente se está riendo y todo es tan divertido como ruin. Los edificios son altos. El sol y el cielo parece una imagen de protector de pantalla de Windows XP. Al rato, mi amigo me pregunta que qué clase tengo, y yo le digo que ni siquiera estoy seguro de haberme matriculado este semestre.
- Entonces, ¿por qué has venido? -pregunta.
- Por inercia.
Me encontré con esta chica en la esquina del grifo. Estaba sentada, tenía sus anteojos de sol puestos. Siempre quiere hacerse la interesante. Yo le gusto. Me mira con cara inexpresiva. Me pregunta si vamos a ir de frente o si prefiero seguir aparentando y tomarla de la mano y ésas estupideces. Yo le digo que prefiero ir de frente, que ahorra tiempo y es más divertido.
Esta mañana me desperté con el timbre del reloj despertador. Marcaba las siete y media de la mañana con sus numeritos rojos, parpadeantes. Me duché. Salí a la calle con mi mochila en la espalda y un pan con mantequilla en la mano.
Estuvimos bien callados en la combi. Los dos nos sentamos adelante, junto al chofer. Yo llevo puesto el cinturón de seguridad pero ella no. Si la combi chocara, ella moriría estrellada contra el parabrisas del carro. Me mira como si adivinara lo que estoy pensando. Ésos lentes sólo le dan un aspecto más distante.
Tiene una mueca rígida cuando abro con la llave que me han dado el cuarto del hostal barato al que la llevo. Trato de que sea algo erótico. El sol cae de frente contra la ventana de la habitación, que es considerablemente pequeña. Unos metros cuadrados, un baño minúsculo, un espejo que ocupa casi toda la pared junto a la cama y, finalmente, la ventana. No sé cómo hacer para que sea erótico, así que sin más ella se sienta en la cama. Se quita los lentes de sol y me besa.
Durante el trayecto, no dejé de mirarle las tetas. Así que lo primero que hago es quitarle el sostén y el polito amarrillo que dice James Deer. Se las chupo. Mientras lo hago, ella cierra los ojos y contrae el rostro. Luego, sin más preámbulos, dejando de lado cualquier previo al coito, ella se quita la falda y el calzón turquesa que traía puestos, yo me quito el short marrón y mi calzoncillo. Se la meto.
Después de tirar, Ana está tumbada boca abajo en la cama. Tiene otra vez sus anteojos de sol puestos. Donde yo estoy parado, le contemplo el culo. La luz del sol que entra por la ventana a ella le cae en la cara. El polvo de la habitación que flota en el aire se hace visible ahí donde cae la luz, justo frente a donde está echada Ana.
Antes de irme, ella pregunta:
- ¿Te parezco bonita?
- Ana -le digo-, se supone que tiene que ser divertido.
Se voltea. Se sienta sobre la cama con ambas piernas abiertas. Las dobla haciendo la posición del loto. Las monturas de sus anteojos de sol son blancas. Tiene bonito cuerpo y bonito rostro. Recuerdo que antes era mi amiga. Está a punto de decir algo importante, cuando le digo:
- Ana, tengo q irme a la universidad -cojo mi mochila con un solo dedo y se la enseño-. Hoy es el primer día, ¿entiendes? No me puedo quedarme aquí contigo.
Camino a la universidad me pongo a pensar en Ana. No sé lo que le pasa. Simplemente no la entiendo. Últimamente me habla poco, o si lo hace es para decir cosas como ésas. Yo no sé si Ana se comporta como hombre a propósito, porque tira como loca y salta sobre mí como una rana y luego me dice que no la toque.
Una vez, Ana casi me dijo que me quería. Felizmente no lo hizo. Pero estaba por hacerlo. Lo sé porque era invierno, Ana estaba muy feliz porque íbamos a tomar helado. Estábamos en la 73, ése bus grande y verde, camino al centro de Lima. Fue la época que empezamos a tirar. Ella me miró. Tenía sus dos grandes ojos clavados en mí y ésa mueca que hacen las mujeres cuando se emocionan y te quieren decir algo. Felizmente no pasó, y Ana se limitó a tomarme del brazo como solía hacerlo.
En la universidad hace demasiado sol porque son las doce y el parque universitario luce lleno de gente que camina por todas partes. Algunas cafeterías lucen alborotadas porque ya llegó la hora del refrigerio. Es el primer día de clases y reencontrarme con toda esa gente me resulta tedioso. Es agotador. Felizmente me encuentro con un amigo que siempre tiene wiros. No lo veía desde el año pasado. Tiene unos anteojos de sol muy parecidos a los de Ana, sólo que de diferente color, negros, y barba de hace unas semanas. Me aborda de sorpresa y me dice:
- ¿Quieres fumar?
Y yo le digo:
- Para eso he venido.
Decidimos que hay suficiente tiempo como para salir y fumar en la calle y regresar con un par de cocacolas antes de que comience la clase que le toca a él. Así que salimos los dos, muy airosos, con la cara de los que se van a fumar a la esquina.
Pero no nos vamos a fumar a la esquina, más bien vamos a fumar a un parque donde hay bancas, y donde ya hay gente de la universidad fumando, tomando cerveza o ron, y profesores y alumnos que pasan por ahí, todos en distintas direcciones. Hay una banca libre así que nos sentamos. En menos de lo que canta un gallo viejo, mi amigo ya tiene el wiro armado y lo prende con total devoción.
Después de fumar un rato, nos damos cuenta de que el banco donde estábamos sentados tiene manchas marrones. Nos ponemos de pie. Estamos un poco asustados y tenemos el wiro prendido y a medio fumar. Mi amigo dice:
- Qué asco, alguien ha estado menstruando.
Terminamos de fumar camino a la universidad. Yo ya estoy mareado. Adentro la gente se está riendo y todo es tan divertido como ruin. Los edificios son altos. El sol y el cielo parece una imagen de protector de pantalla de Windows XP. Al rato, mi amigo me pregunta que qué clase tengo, y yo le digo que ni siquiera estoy seguro de haberme matriculado este semestre.
- Entonces, ¿por qué has venido? -pregunta.
- Por inercia.
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